Al acabar, mi hija y yo nos ponemos a dibujar sobre manteles de papel con el mapa del continente.
Al llegar a Rodellar, se impone la visita al puente y sumergirse por primera vez en esas aguas verdes y heladas. Entre franceses acostumbrados al descenso de cañones el día va acabandose y la luna ya quiere saludar. Ha sido un hermoso comienzo.
A la mñana siguiente, nada más despertar, un esbozo del apartamento en el que estamos.
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